La monarquía
Esto es una continuación de lo publicado aquí https://katallassein.medium.com/contra-hoppe-403fc84d3676 antes de leer este es recomendable leer la introducción de aquel, para aclarar ciertas cuestiones del formato.
Hoppe equipara las monarquías a un “gobierno de propiedad privada” y las democracias a un “gobierno de propiedad pública”. Partiendo de eso empieza a argumentar que por lo tanto las monarquías deben estar mejor gestionadas y llevar a mayor prosperidad a sus súbditos.
La primera pregunta que uno podría hacerse es, ¿y el resto de formas de gobierno? ¿Qué hay por ejemplo de la dictadura comunista de Corea del Norte? En principio me parece bastante difícil encontrar una diferencia entre el sistema norcoreano y una monarquía.
En Corea del Norte el amado líder manejar todos los recursos del gobierno como pueda, sin que nadie se le pueda oponer directamente si no está dispuesto a jugarse la vida en un golpe de Estado, y así es hasta su muerte, momento en el que rige un sistema de sucesión dinástica.
Sin embargo, Hoppe parece que no está de acuerdo, y califica al comunismo como “sistema público de esclavitud” del cual “el republicanismo democrático es la causa”.
¿En qué se basa Hoppe para excluir esta clase de dictaduras de los gobiernos de propiedad privada?
Si volvemos a la definición que puse antes parece que la única explicación es que no basta con que el país sea propiedad del líder de facto, sino que también tiene que considerarse como propiedad privada. Esto tiene sus problemas, porque hay muy pocos ejemplos históricos de eso.
Un ejemplo es la Rusia zarista, y Richard Pipes explica como esa consideración del reino como propiedad privada del zar llevó a que se impusiese más fácilmente el comunismo. En el resto de Europa la opinión solía ser muy distinta, siendo el rey no dueño sino administrador.
En España, por ejemplo, se decía claramente que los bienes y derechos del Estado eran públicos y no podían ser patrimonio particular de nadie. Dejo captura del libro “La España imperial 1496–1716” de John Elliot
De forma similar, en Francia e Inglaterra los reyes tenían prohibido enajenar la propiedad de la Corona, prohibición que se incluía en sus juramentos en la coronación. Incumplimientos de esos juramentos se usaron como justificación para rebelarse contra Enrique III y Eduardo II.
Y sin embargo, parece evidente que Hoppe consideraría la España, Francia, o Inglaterra previas al siglo XVIII como “gobiernos de propiedad privada”, sobre todo viendo este pasaje. Teniendo esto en cuenta no veo por qué deberíamos considerar las dictaduras de otra manera.
Si seguís leyendo el hilo veréis que todos o casi todos los argumentos que luego saca Hoppe a favor de los “gobiernos de propiedad privada” son igual de aplicables a una dictadura que a una monarquía. Encontrar un motivo razonable para excluirlas de su definición me resulta imposible.
Aceptar esto supondría un grave problema a la teoría de Hoppe, porque tendría que cuadrar su idea de que la forma de Estado que él considera preferible es a su vez la forma de Estado común a todos los peores gobiernos de la historia de la humanidad, indiscutiblemente.
Claro que, teniendo en cuenta lo visto anteriormente, tal vez ni se inmutaría ante semejante contradicción. “¿Que todos los países a los que no iría ni muerto son gobiernos de propiedad privada y los que me gustan son de propiedad pública? Casualidad, lo importante es la teoría”
Lo siguiente que hay que tratar son las conclusiones que saca de esta equivalencia que hace entre monarquías y “gobiernos de propiedad privada” que se saca totalmente de la manga.
Hoppe dice que 1.- en un gobierno de propiedad privada, por serlo, el rey tendría una preferencia temporal más baja que la que tendría un presidente en una democracia, al tener su mandato un carácter temporal. La conclusión no se sigue de esa premisa
2.-Que dada la conclusión 1, el nivel de explotación económica sería menor en una monarquía que en una democracia. De nuevo, la conclusión no se sigue de la premisa presentada.
3.- que al ser el nivel de explotación mayor, la preferencia temporal de la gente sería mayor en un “gobierno de propiedad pública” que en uno de “propiedad privada”. Esto lo podría aceptar con ciertos matices, si no fuese porque rechazo las dos anteriores.
Empezando por el principio, que por mantenerse en el poder toda su vida un rey vaya a tener más baja preferencia temporal que un presidente es una asunción que hace sin mucha base detrás, desde luego no es algo sobre lo que pueda tener certeza a priori.
Bien podría ser que un presidente por ser elegido de la forma de la que se le elige tenga más en cuenta el interés de los ciudadanos que un rey el de sus súbditos, y por eso ponga en marcha planes a largo plazo para lograr su prosperidad que un rey no pondría.
Puede ser también que los presidentes tengan una baja preferencia temporal simplemente porque para labrarse una buena carrera política durante décadas que le permita llegar a la cima de la política es necesaria una baja preferencia temporal.
Puede ser que por el hecho de criarse sabiéndose superiores al resto del mundo los reyes crezcan siendo más caprichosos, y que nunca desarrollen cultura del esfuerzo al saberse con la vida solucionada hagan lo que hagan.
Para conocer el resultado de la suma de esos factores, si se da una mayor preferencia temporal, una menor, o una similar en un rey a la de un presidente democrático, debemos comparar sus actuaciones a lo largo de la historia. En este caso una conclusión a priori es imposible.
Un indicador bastante razonable de una alta preferencia temporal sería el nivel de endeudamiento, y sobre todo la acumulación de una deuda insostenible.
Hoppe parece coincidir y concluye que un rey tendrá menor nivel de endeudamiento, ¿ha sido así?
Hoppe da datos sobre la evolución de la deuda pública en Inglaterra para apoyar sus conclusiones pero con una trampa bastante evidente, da los datos en libras. cuando compara etapas de baja inflación y crecimiento económico con etapas inflacionistas y con gran crecimiento.
Si vemos el ratio deuda/pib, que es el que se suele usar, veremos que poco después de 1815, año que marca como inicio del ascenso meteórico de la deuda, lo que realmente ocurrió fue un largo descenso.
Datos del FMI https://www.imf.org/external/datamapper/DEBT1@DEBT/OEMDC/ADVEC/WEOWORLD/GBR.
En general, si vemos los datos de los principales países europeos los últimos dos siglos, esa tendencia ascendente sin control que menciona Hoppe no parece existir. Se ven picos (ahora estamos en uno) y valles en distintas épocas independientemente de la forma del gobierno.
Si os fijáis bien veréis que el único país de los que aparecen ahí que se ha mantenido como democracia todo ese tiempo, Suiza, es el que más baja ha mantenido su deuda a lo largo de las generaciones.
Y si vamos más atrás en el tiempo veremos que desde 1340, año más antiguo del que tengo datos, el Reino Unido ha tenido 3 impagos de la deuda pública. Lo curioso es que los 3 fueron antes de la revolución gloriosa y de la república de Cronwell, cuando se alejó del ideal de Hoppe.
En otros países (con menos tradición democrática) la cosa es peor: España ha tenido un 14 impagos de la deuda, solo dos de ellos fueron después de la revolución de 1868; Francia 9 veces, solo uno posterior a la revolución, en 1812; Austria 8 veces, 6 en el imperio y 2 en la SGM.
En general, no parece que esa mayor preferencia temporal de los presidentes sobre la que muestran los reyes sea algo evidente, y en el libro no muestra ningún dato que nos lleve a pensar que existe, sino que centra sus esfuerzos en el siguiente punto.
Hoppe asegura que si damos por hecho una menor preferencia temporal de los reyes esta llevará necesariamente a una menor explotación económica, para así hacer a sus súbditos más productivos, pero yo niego que eso sea algo que podamos saber a priori.
Puede pasar que, por tener una baja preferencia temporal, decida mantener bajo control el crecimiento económico y mantener a la gente pobre. Independientemente de que sea cierto o no, es una idea extendida que una sociedad rica tiende a tener ideas más democráticas.
También es posible (y cotidiano) que para mantener su poder absoluto se vea obligado a tejer grandes redes clientelares (con la carga impositiva que conlleva) y dar privilegios a distintos sectores para mantener su lealtad, con los efectos nocivos que eso implica.
Es razonable pensar que la mayor preocupación del rey en el largo plazo no sería el crecimiento del reino, que no afectaría mucho a su nivel de vida, sino mantenerse a si mismo y a sus descendientes en el poder. Este pensamiento nos llevaría a conclusiones como las anteriores.
Pero incluso aunque asumiésemos que su mayor preocupación no es esa, tal vez porque la da por asegurada, sino lograr un gran crecimiento del reino para así “aumentar su patrimonio” las conclusiones no tienen por qué ser más favorables a la monarquía.
Podría ser que un rey quisiese maximizar la producción de su reino en el largo plazo, y para eso instaure una dictadura comunista con la que “administrar racionalmente la economía del reino, para así lograr un rápido y sostenible crecimiento económico”.
A menos que vaya a asegurar que todo el mundo cree en el liberalismo económico, pero eso es demasiado absurdo incluso para Hoppe. Evidentemente los comunistas lo son porque creen que el comunismo nos llevará a una sociedad no solo más igual, sino también más próspera.
También puede ser que intente aumentar su patrimonio no haciendo a sus súbditos más ricos, sino teniendo más súbditos, no haciendo sus tierras más productivas sino adquiriendo más tierras. Esta idea llevaría (y llevó) a mantener continuas guerras de conquista.
Sobre esto último Hoppe tiene algo que decir, pero lo trataré en un apartado posterior porque trae otro argumento a colación.
Al igual que en el caso anterior, tendremos que acudir a la historia y comprobar si efectivamente el nivel de “explotación económica” sería menor en los reinos de lo que lo es y lo fue en las democracias.
Una primera aproximación bastante sencilla sería la de comprobar cual fue el crecimiento económico en esos países. Si creemos que menos impuestos y más libertad económica llevan a una mayor prosperidad, y Hoppe lo cree, no encontrarla indicaría que no ha habido tal libertad.
Si hacemos este ejercicio nos encontraremos que a lo largo de la historia los países más ricos suelen tener algo en común, suelen estar más alejado que los demás del “gobierno de propiedad privada” que tanto alaba.
Cuando toda Europa la gobernaban reyes, la zona más rica con gran diferencia fue el pequeño reducto de repúblicas del norte de Italia. Lo mismo ocurriría después con las Provincias Unidas, cuyas estimaciones de PIB per capita para el siglo XVI llegan a duplicar las de Francia.
Si vemos el mayor punto de inflexión en la historia del crecimiento económico, la revolución industrial, esta aparece en uno de los países con las instituciones más democráticas de Europa, el Reino Unido. Con la expansión de esta revolución coincide la expansión de la democracia.
Aún en el siglo XIX fue una república la que le quitó al Reino Unido el título de país más rico del mundo, los Estados Unidos de América. Completando el ranking nos encontramos con otras repúblicas como Suiza o Argentina.
Ya en la introducción del libro Hoppe menciona los únicos 4 países que él consideraba democráticos en toda Europa justo antes de la primera guerra mundial. El único país de esos que no se encontraba entre los más ricos del mundo, Portugal, apenas llevaba 3 años.
Uno podría argumentar que esa correlación negativa entre riqueza y “gobiernos de propiedad privada” que encontramos a lo largo de toda la historia es casualidad, pero si dices que la causalidad debe ser la contraria es ciertamente difícil de justificar.
En cualquier caso, si esto no convence podemos acudir a medidas más directas de la “explotación económica” que denuncia. Para esto tanto él como sus seguidores suelen sacar datos de evolución de la presión fiscal a lo largo de la historia, pero aquí hay tres trampas.
1º En muchos casos toman la evolución desde el siglo XIX, seguramente por la facilidad de encontrar datos desde esa época. La trampa está en ignorar que ese siglo es el de máxima popularidad del liberalismo económico en todo el mundo, sea monarquía o no.
2º Siglos atrás la propia recaudación de impuestos era mucho más difícil e ineficiente, simplemente por motivos logísticos, lo que hacía imposible implantar sistemas fiscales como los actuales. Dejo un cuadro de la página 304 del volumen 2 de “Growing public” de Lindert.
3º Tasas impositivas como las actuales serían simplemente imposibles en la edad media, por el escaso poder adquisitivo de los contribuyentes.
Existe una gran correlación entre riqueza y presión fiscal, especialmente entre países pobres, y hay una causalidad clara detrás.
El motivo por el que el mundo subdesarrollado tiene presiones fiscales muy bajas es porque no se puede permitir cobrar más impuestos sin llevar a su población a la inanición o a la revolución, por la extrema pobreza que soportan.
Y ese es uno de los motivos por los que el mundo desarrollado no aumentó la presión fiscal hasta después de lograr un gran crecimiento económico. Lo que tenemos que hacer si queremos una comparación justa es comparar países en circunstancias similares y en épocas similares.
De nuevo con datos del FMI podemos comparar gastos e ingresos públicos en los años previos a la primera guerra mundial, evento que Hoppe marca como el fin de la hegemonía de las monarquías y el comienzo del auge de las repúblicas democráticas.
En las repúblicas americana y suiza el Estado rondaban el 2% del PIB, mientras que la francesa y la portuguesa y la monarquía parlamentaria británica estaban en algo menos del 10%. Tan solo 2 monarquías rebajan ese 10%, Suecia y Dinamarca, con un 6 y un 7 respectivamente.
Austria, que es puesta por Hoppe como modelo, contrasta con lo anterior rondando el 20%, al igual que Alemania y Grecia. Rusia por su parte estaba alrededor del 16% e Italia del 13%.
Esto no es prueba irrefutable de que las democracias tiendan a tener más bajos impuestos, pero que la que tiene un mayor Estado se encuentre en la zona media-baja de las monarquías, mientras que algunas le duplican, da un buen indicio de que lo contrario seguramente no sea cierto
Si queremos remontarnos a la edad media nos encontraremos con muchas más dificultades para encontrar datos cuantitativos. Hoppe cita la “Historia económica de la Europa preindustrial” de Cipolla, para decir que rara vez el peso del Estado superaba el 5–6%.
Cuando fui a comprobar esa cita me encontré que en el libro de Cipolla se menciona no un 5–6%, sino un 5–8%. No le daré mucha importancia porque probablemente sea tan solo una cuestión de ediciones, pero ya es una diferencia de un tercio en el límite superior.
Lo que se olvida de decir Hoppe es que en ese libro Cipolla no se limitó a las monarquías, sino que también hablaba en ese libro de las repúblicas que había en esa época, y en esa afirmación no hizo distinción entre esas dos formas de Estado.
En cualquier caso la afirmación parece dudosa. Si nos fijamos en la España medieval, entre alcabalas, que ya de por si suponían un impuesto del 10% sobre las compras, diezmos, pechos, y otros muchos impuestos, parece difícil que la gente común pagase menos de un 10% de su renta.
Claro que lo que tuviese que pagar la gente común no necesariamente es una buena representación del peso del Estado, dados los privilegios de ciertos estamentos y la enorme desigualdad económica (de orígenes antiliberales), y la gran evasión fiscal que presumiblemente habría.
En mi opinión el 5% de Hoppe no me parece creíble aplicado a este caso, pero no puedo decirlo con rotundidad.
De todas formas, creo que si queremos medir la “explotación económica” tendríamos que obviar a la gente privilegiada por el Estado. Si los ingresos por impuestos fuesen bajos porque un pequeño grupo de gente está exento de muchos de estos, y además estos representan una gran parte de la riqueza nacional por privilegios estatales, esto sería señal de mayor “explotación económica” y no menor.
En la Francia prerrevolucionaria, Joël Félix estima en “The Financial Origins of the French Revolution” que los nobles pagaban solo en impuestos directos un 10–12% de su renta. Esta cifra sería menor a la media, al estar los nobles exentos de la taille, entre otros impuestos.
La taille era un impuesto personal que grababa la renta y la riqueza, y que representaba alrededor de la mitad de los impuestos del reino, siendo por lo tanto el impuesto de más importancia. Con la revolución este impuesto fue abolido.
Fuera de Europa, Ibn Jaldún decía que todas las dinastías tendían a aumentar los impuestos con cada generación, llegando al punto en el que ahogaban la economía llevando a una reducción de la recaudación y, literalmente, la destrucción de la civilización.
Basicamente lo que describe es un aumento de los impuestos tan elevado que superaba el punto más alto de la curva de Laffer, y lo describe como una constante de todas las dinastías. Difícil encontrar algo que contradiga a Hoppe más claramente, y por parte de un contemporáneo.
A todo esto hay que añadir el robo, el saqueo y el secuestro. Estos fueron una buena fuente de ingresos para reyes y nobles (que al fin y al cabo eran también parte del aparato estatal), y para Hoppe no serán muy distintos de los impuestos, al considerar estos un robo.
Permitir a los ejércitos saquear todo a su paso era una práctica más o menos habitual, considerándose incluso parte de su remuneración, y eso en una época en la que la guerra era mucho más habitual que hoy.
Cipolla recoge en el libro ya citado varias anécdotas para ilustrar la importancia de estos fenómenos en la edad media.
Otro aspecto a comprobar y que Hoppe asimila (con cierta razón) a los impuestos, es la inflación, o más bien la impresión de moneda aprovechándose de su monopolio legal. Para él, eso era prácticamente imposible en la era monárquica, donde dominaba el patrón oro.
Sin embargo, aumentar enormemente la oferta monetaria no solo no era imposible, sino que era enormemente común. La diferencia estriba en que en un caso imprimen más billetes con el mismo papel moneda, en el otro acuñan monedas con menos oro (o plata u otro metal).
Se estima que entre 1542 y 1551 en Inglaterra la cantidad de plata en cada moneda bajó un 80%, en Francia entre 1418 y 1423 un 98%, en España monedas que fueron de plata se llegaron a acuñar al 100% de cobre.
Volviendo al libro de Cipolla, veremos que esta vez sí que nos da información algo más desagregada. Cipolla pone como ejemplo de moneda que mantiene constante su valor la inglesa, mientras que Francia sería el ejemplo de caos, y las repúblicas italianas un tercer escenario.
En las repúblicas italianas a largo plazo las monedas se devaluaron tanto como la francesa, pero sin sus vaivenes. Mientras que en Francia la moneda sufrió hasta 71 devaluaciones y revaluaciones en una década, las repúblicas italianas vieron una ligera y constante inflación.
Viendo esto cualquier economista y cualquier liberal (o libertario si se prefiere la denominación) preferirá la situación italiana a la francesa, y la inglesa a la italiana, aunque en esto último pueda haber más debate. Sin embargo hay un matiz que se hace a esto en el libro.
Ese envilecimiento progresivo de la moneda en Italia tiene una justificación, y es que una misma moneda se desgasta a lo largo del tiempo, perdiendo parte del material del que esté hecho ya sea oro, plata u otro metal. Cipolla estima esta pérdiada entre el 0,1 y el 1% anual.
Teniendo esto en cuenta, cualquiera que haya leído la acción humana (como le supongo a Hoppe) sabrá que si se siguiese acuñando moneda de la misma calidad la ley de Gresham entrasen en circulación, dejando como alternativa eliminar las monedas antiguas o envilecer las nuevas.
Esta solución es distinta del envilecimiento de la moneda para obtener ingresos por el señoreaje, cuyo abuso muchas veces se llevó al extremo en las monarquías europeas. Puede incluso ser positiva para la economía, teniendo en cuenta el problema que fue la falta de moneda.
De nuevo esto no demuestra que las monarquías manejen peor la moneda, ya dije antes que el propio Cipolla puso como ejemplo de moneda estable a Inglaterra (aun con excepciones como la que mencioné antes), pero muestra que la historia si no lo refuta al menos no apoya a Hoppe.
Otro aspecto a comprobar sería las leyes y regulaciones que constriñen la libertad económica, y que al violar el derecho de propiedad suponen para Hoppe una categoría similar a los impuestos.
Hoppe parece argumentar que en las monarquías europeas estas eran prácticamente inexistentes, e incluso que el rey no tenía ninguna capacidad legislativa, sino que debía someterse a principios generales no dictados por nadie, pero nada más lejos de la realidad.
La propia Carta Magna que cita como “enérgica reiteración de esta regla” no es más que una ley dictada por el rey tras largas negociaciones con una serie de barones rebelados. No se estaba aplicando ninguna ley, sino que se estaba creando.
En España, por ejemplo, esto se dice de forma clara en las siete partidas, donde entre las funciones del rey cita “que puede facer ley et fuero nuevo et mudar el antiguo, si entendiere que es a pro comunal de su gente”.
El hecho de que fuera difícil cambiarla tampoco quiere decir que no se legislase. Tantas dificultades encontramos hoy para modificar ciertas partes de nuestra propia constitución, pero eso es solo efecto de la rigidez constitucional y el efecto de la opinión pública.
En cuanto a la cita a Dicey, estoy bastante seguro de que está tergiversada, pero no lo puedo asegurar porque no dice de donde la saca, solo menciona el libro, no la página, y no voy a leerme las 450 páginas para tratar de buscar una cita que puede que ni exista.
No dudo de que hablaría de la falta de un derecho público como derecho que regule las relaciones entre particulares y el Estado de forma distinta a las relaciones entre particulares. La referencia a uno como preexistente e inmutable y al otro como legislado es lo que me chirría.
Son asuntos que no tienen mucho que ver. Un país puede tener el mismo derecho para las relaciones entre particulares que con el Estado y cambiarlo cada día, o puede tener derecho público y derecho privado y que este permanezca inmutable durante siglos.
Ese pasaje mezcla otros dos asuntos también distintos, que el rey tenga capacidad legislativa y que el rey deba someterse a las leyes, cuando una cosa no tiene que ver con la otra. Hoy en día los diputados también se someten a la ley, pero no ponemos en duda que la creen.
Si en uno de los sistemas se puede cuestionar que el gobernante y el legislador se somete a la ley es en la monarquía, al gozar el rey de inviolabilidad en muchas de ellas. Nos encontraríamos ante la situación opuesta, donde tiene capacidad legislativa pero no se somete a la ley.
Y aunque nadie tuviese capacidad legislativa esto no tendría mucha importancia si ese “derecho preexistente” fuese más restrictivo que el legislado, con lo que me limitaré a presentar las restricciones sin discutir si son creadas (como es evidente) o “descubiertas”.
Una de las principales restricciones a la libertad económica por el lado regulatorio es la cantidad de monopolios que había, impidiendo en la mayoría de los sectores que entrase nadie nuevo. La foto es de “Por qué fracasan los países” de Acemoglu y Robinson.
Los monopolios solían gestionarse a través de privilegios concedidos a los gremios, algo que ocurría en toda Europa. Para poder producir o comerciar con algún bien determinado uno tenía que entrar en el gremio que se dedicase a esa actividad.
En 47 ciudades de las que tenemos datos entre 1300 y 1800 un 8% de la población y un tercio de los cabezas de familia eran maestros de gremio. Estos solían tener a gente a su cargo, sea aprendices o empleados, con lo que su importancia sobre la economía era aún mayor.
A partir de 1500 todos estos gremios tenían un monopolio sobre el producto con el que comerciaban, mientras que antes del 1500 alrededor del 80% de los gremios gozaban de ese privilegio.
Creo que con esos dos datos se hace evidente la enorme importancia que tenían en aquella época, y como podían llegar a restringir la libre empresa. Si entrar en el gremio fuera sencillo y no hiciera falta nada más, no supondría un grave problema, pero no era así.
El 99% solo aceptaban hombres, algunos ponían un número máximo de miembros, o rechazaban a los que no fueran una determinada religión, que tuvieran ancestros esclavos o siervos, que no fueran de la ciudad, en algunos la membresía era hereditaria…
Incluso aunque cumplieses todos los requisitos y te aceptasen, había que pagar una cuota para pertenecer al gremio, cuota que representaba de media una cantidad de dinero equivalente 9 meses de salario medio.
Pero incluso aunque lograses entrar en el gremio las restricciones no acaban. Algunos de ellos (pocos) además de la cuota exigían el pago de una licencia si se quería llegar a ejercer la profesión, y esta licencia llegaba a tener un coste equivalente a ¡¡¡10 años de salario!!!
Y los que tuviesen la capacidad de entrar y ejercer la profesión no lo hacían para competir, sino para aprovecharse de los beneficios extraordinarios de la falta de competencia. Dentro del gremio se imponían muchas restricciones para evitar esa competencia.
En los gremios encontramos controles de precios, límites a la producción, máximo de empleados o talleres, salarios máximos para los empleados… en algunos ni siquiera tenías la posibilidad de comprar las materias primas, sino que te las tenía que proporcionar el gremio.
Hay varios motivos para que se le diese estos privilegios a los gremios, uno de ellos es que simplemente los gobernantes querían aplicar ciertas regulaciones, y los gremios eran un mecanismo para eso, pero hay otros aún menos legítimos.
Los gremios también daban apoyo a cambio de sus privilegios, tanto militar como económico y político. En aquellos de los que tenemos datos cuantificables, se estima que alrededor de un tercio de sus gastos se dedicaban a hacer lobby, más que ningún sector hoy en día.
Todos estos datos y más los podéis encontrar en el libro de Sheilagh Ogilvie “The european guilds: an economic analysis”, probablemente el mejor libro de historia económica que he leído.
Esto no es algo que ataque a las monarquías porque se daba tanto en monarquías como en repúblicas, pero refuta la idea de Hoppe de una época monárquica de libertad económica generalizada, y al darse en ambos también debilita la idea de la superioridad de la monarquía.
Claro que quienes acabaron con esta institución, al menos en España, también son quienes empezaron a democratizar el país un poco. Esto es del debate parlamentario sobre la reforma con la que se dio fin a estos privilegios, entre otras regulaciones.
Comparad la parte en la que Argüelles se lamenta porque se regule cuantos hilos debe tener un paño, con la de Hoppe en la que se lamenta de que se regule la preparación de aros de cebolla, achacándola al “poder casi totalitario de un gobierno democrático”
A todo lo anterior hay que añadir restricciones a la libertad que iban mucho más allá de la libertad económica, pero que precisamente por eso atacaban aún más la libertad económica que muchas de las anteriores.
Es el caso de la esclavitud, de la que no creo que haga falta hablar demasiado, y de la servidumbre, que hacía que hubiese gente que naciese anclado a una tierra y obligado a trabajar para el señor de estas hasta su muerte. Evidentemente, tenía pocas posibilidades de crecimiento.
En Rusia esta institución sobrevivió hasta la segunda mitad del siglo XIX. Según un censo de 1857 un tercio de toda la población eran siervos, mientras que otro tercio eran campesinos del Estado, una institución parecida que también ataba a la tierra que se cultivaba.
Esto hizo imposible que la revolución industrial llegase hasta allí, porque la mayoría de la población tenía prohibido mudarse a una ciudad a trabajar a una fábrica, estando obligados a quedarse cultivando su tierra. Esto condenó a Rusia al subdesarrollo.
En España, hasta que los reyes católicos dieron la libertad de residencia en 1480, teníamos esa situación en los señoríos. Los que cultivaban las tierras del señor no solo estaban obligados a pagarle una renta y trabajar para él, había otras obligaciones más inaceptables.
En múltiples lugares de España se recoge el derecho de maltratar del señor. Las Cortes de Cervera en 1202 o las de Zaragoza en 1380 aprueban este derecho, incluyendo explícitamente el derecho a encerrar a los vasallos y matarlos de hambre y sed.
Preguntado a Juan II sobre el alcance de este derecho a maltratar, este prohíbe que se alegue ninguna justificación para ese maltrato, porque eso podría llevar a la idea de que es necesaria alguna, en vez de ser simplemente un derecho del señor que ejercer a discreción.
Este suceso, así como otros datos que pongo en esta parte del hilo, lo saco del capítulo 16 de la cuarta edición del “Curso de historia del Derecho” de José Antonio Escudero.
En Castilla esto no estaba tan extendido como en Aragón y Cataluña, pero encontramos disposiciones en sentido similar. El fuero viejo dice “Que a todo solariego puede el Señor tomarle el cuerpo, e todo quanto en el mundo ovier; e el non puede por esto decir a fuero ante ninguno”
Otra regulación conocida es la de la usura. El cobro de intereses en los préstamos fue seriamente limitado cuando no totalmente prohibido en casi toda Europa. En ocasiones esas prohibiciones se limitaban a cristianos, lo que permitió a los judíos prosperar.
Pero el interés no era el único precio que se regulaba. No solo los gremios de los que hablé antes fijaban precios para beneficiar a sus integrantes, también lo hacían y antes que ellos los propios monarcas, basándose en la doctrina cristiana del justo precio.
Carlomagno prohibió la usura definida como “demandar más de lo que se da”, y escribió que el que “almacene grano no por necesidad, sino por avaricia, por ejemplo comprando comprando un modio por dos denarios para venderlo por 4, está obteniendo una ganancia ilegítima”.
Eso está escrito en una capitular del 806. En línea con ese pensamiento ese mismo año publicó varias tablas de precios a las que los comerciantes debían sujetarse.
En España, la crónica de Alfonso X se describe de esta manera como el rey impuso controles de precios por la presión popular, y la escasez que esos controles de precios provocaron.
En palabras de Mises en La Acción Humana “La historia es un vasto catálogo de precios y leyes antiusura. Una y otra vez, reyes y emperadores, dictadores y demagogos han pretendido manipular el mercado. Se infligió terribles castigos a campesinos y a comerciantes.”
El propio patrón oro, que Hoppe alaba, se explica en el libro de Mises por el control de precios. Según él, fueron los gobiernos los que decretaron una relación fija entre oro y plata, provocando que el primero se impusiera cuando bajó su valor relativo, por la ley de Gresham.
Creo haber demostrado que la imagen que da Hoppe de una era monárquica de libertad económica extraordinaria es falsa, y creo también haber dado motivos para al menos poner en duda que esa sea una tendencia en las monarquías con respecto a las repúblicas.
Queda ver el tema de la orientación al corto plazo de la población. Si consideramos lo anterior como una refutación decisiva esto no sería necesario, porque esa orientación parte de la premisa de la mayor explotación económica, pero aun así voy a tratar brevemente el tema.
Hoppe argumenta que la mayor explotación económica característica de las repúblicas democráticas lleva a una mayor preferencia temporal de la población porque, al reducir el retorno de las inversiones, las desincentiva en favor del consumo.
Pero este argumento solo sería válido para determinadas formas de “explotación económica”. Esto sería cierto si hablásemos por ejemplo de impuestos sobre patrimonio, o de inflación, pero no tiene por qué serlo por ejemplo para un impuesto sobre el consumo.
Es perfectamente posible imaginar una estructura impositiva que favorezca un incremento del ahorro. Rothbard, maestro de Hoppe, dedica un párrafo de su “Poder y mercado” a rechazar esos sistemas y a explicar que toda preferencia temporal es igual de válida.
Para este apartado Hoppe dice que el indicador más directo son los tipos de interés. Después de eso hace un repaso histórico sobre el continuo descenso de los tipos de interés a lo largo del tiempo, interrumpido por los altos tipos que hay “en la actualidad”.
Sobra decir que esa parte ha envejecido muy mal, teniendo hoy en día los tipos de interés más bajos de toda la historia, incluso algunos negativos. Podría decir (con razón) que es por la manipulación estatal, pero esa manipulación ha estado presente toda la historia.
Para el recorrido histórico de los tipos de interés a lo largo de la historia Hoppe cita el libro “A history of interest rates” de Sidney Homer y Richard Syla. Al contrario que otros que he citado a lo largo del hilo, ni me había leído este libro ni me lo leí para escribir el hilo.
Pero haciendo una búsqueda muy rápida por él me he encontrado con que los intereses más bajos se encuentran en las repúblicas holandesa e italianas, frente a los altos intereses de otras monarquías europeas como la española y la francesa (no así la inglesa).
De nuevo esto no quiere decir nada, incluso en el caso holandés los intereses eran bajos desde antes de ser una república, pero es otro caso en el que la historia no apoya la visión hoppeana.
He tratado el argumento principal de Hoppe a favor de la monarquía, pero hay otros accesorios, entre ellos el de la legitimidad. Según él en una monarquía los súbditos tendrían una “conciencia de clase” al considerar al monarca como una especie de parásito al que mantener a raya.
Evidentemente no puedo sacar una encuesta de opinión del siglo XV para ver si era así, pero lo dudo bastante. Solía considerarse a los reyes como vicarios de Dios, de quien obtenían su poder, y alusiones religiosas como esa eran cosas que se tomaban en serio.
Cierto es que había voces que reclamaban el derecho de rebelarse contra el rey cuando este se excedía, convirtiéndose en tirano, pero lo mismo encontramos hoy en día en las repúblicas democráticas de las que Hoppe se queja.
Es común ver en democracia manifestaciones multitudinarias en las que se grita eso de “no me representan”, llamamientos a la desobediencia civil para ciertas leyes consideradas injustas, y cuando la situación se descontrola revueltas, golpes de Estado y guerras civiles.
Que un gobernante sea votado no le da una legitimidad absoluta a ojos de sus electores, sino que estos esperan que cumplan con ciertas normas preexistentes, que su actuación se adecue a determinada ideología y que mantenga ciertos niveles de popularidad.
En la monarquía, al ser rey por la gracia de Dios, uno puede pensar que haga lo que haga sigue siendo rey. Como dije la interpretación variaba, Santo Tomás decía que el poder venía de Dios por el consentimiento del pueblo, pero eso ya significa que no siempre es como Hoppe dice.
Pasando a las conclusiones que saca saca de esa premisa, la primera es la referente a los impuestos, tema del que ya hablé antes, pero además de eso añade que esta cuestión llevaría a los gobernantes a buscar la expansión más por la diplomacia que por la guerra.
En esas capturas podéis ver que Hoppe parte de que todos los gobiernos tendrán una política exterior expansionista, porque así aumentaría los recursos que pueden expoliar los gobernantes. Creo que esto se contradice claramente con todo lo que vimos antes.
Cierto que ese expansionismo podría (y digo podría) ser un comportamiento esperado en una monarquía con ese razonamiento, ¿pero por qué lo sería para el mero curador que describe Hoppe y que no vería los frutos de esas conquistas?
De hecho, pocas guerras de conquista podréis ver en la historia reciente por parte de democracias, todas suelen iniciarse por países más o menos autoritarios. Las democracias hoy en día participan en varias guerras, pero no con intención de anexionar el territorio.
Los datos parecen apoyar esa idea de que la cantidad de guerras de expansión han disminuido con el fin de la era monárquica, lo contrario a lo que esperaríamos según Hoppe. Pongo dos gráficos sacados de “Los ángeles que llevamos dentro” de Pinker.
Claro que, de nuevo, esto no tiene por qué significar que las democracias tienden a tener menos guerras que las repúblicas. Hay muchas explicaciones alternativas para ese descenso a lo largo del tiempo, como por ejemplo el incremento del comercio internacional.
Los datos que he mostrado ni siquiera desagregan entre repúblicas y monarquías, algo que critiqué antes que hiciera Hoppe en el caso de los impuestos, pero el caso es que yo no los tengo y es el propio Hoppe el que debería darlos para apoyar sus afirmaciones.
Otro argumento que saca a favor de la monarquía en el tema bélico es que, además de haber menos conflictos, en ellos había una clara distinción entre combatientes y no combatientes, y la población civil apenas notaba los efectos de la guerra. Esto es totalmente falso.
Para empezar, estar en guerras constantes ya significa que son necesarios recursos para afrontarlas, y esos recursos salen de unos impuestos que debían ser más altos de lo que lo serían en caso de haber en caso de paz. A esto se suma el saqueo y el pillaje, del que hablé antes.
A todo eso añado que, pese al desarrollo tecnológico que lo facilitaría, no hubo muchas menos muertes en las guerras del pasado que en las actuales, y desde luego estas no eran solo militares.
El mismo libro que citaba añade un gráfico con las muertes en guerras en Europa sobre la población. Podemos ver que no ha habido un claro aumento con el fin de la era monárquica, y que aunque tenemos un pico por las guerras mundiales, este no es mucho mayor que el del siglo XVII.
Como dije antes, ese pico de las guerras mundiales tiene bastante que ver con los cambios tecnológicos, que hacen que la capacidad destructiva de los ejércitos sea mucho mayor ahora. ¿Cuantas bajas habríamos tenido en el siglo XVII si España hubiera tenido bombarderos?
También vemos que, más allá de esos picos, en la era monárquica que Hoppe alaba tenemos un suelo bastante elevado, en comparación con el que tenemos en la era democrática después de las guerras mundiales. Las monarquías no conocieron la paz, las democracias sí.
En este punto pensé en liarme la manta a la cabeza y cruzar los datos del catálogo de conflictos de Brecke (fuente de Pinker) con datos de población mundial, para así sacar el gráfico a nivel global. Como lo he encontrado hecho me limito a enlazarlo.
Evidentemente esa mortalidad no se alcanza sin afectar a la población civil. Por poner un ejemplo concreto, en la guerra de los 30 años tenemos solo 2 millones de bajas militares sobre el total de 8 millones (dato sacado del catálogo de conflictos de Brecke).
A este respecto no puedo dar datos muy detallados porque antes del siglo XX Brecke apenas desagrega entre bajas civiles y militares, pero creo que ese ejemplo y lo mostrado anteriormente es suficientemente persuasivo.
Siguiendo en el tema de la violencia, Hoppe también acusa a la democracia de haber provocado un gran aumento en la criminalidad a través del igualitarismo, el relativismo moral, y el Estado de bienestar que provoca un aumento en la preferencia temporal de la gente.
En este caso la disminución de la criminalidad desde la llamada “era monárquica” es tan evidente y tan enorme (superior al 95%) que Hoppe recurre a otros factores para explicarla, y atribuye un aumento en pocas décadas a la democracia más que compensando esos factores.
Pero si vamos a los datos ese aumento no parece más que un pequeño pico antes de seguir con la tendencia decreciente, como pueden encontrarse en muchos otros momentos en la historia.
https://ourworldindata.org/grapher/homicide-rates-across-western-europe?time=1912..2016
En cualquier caso,, lo que debemos comparar no son distintos periodos, sino distintas formas de Estado, que es de lo que discutimos. Si hacemos esto veremos que en las democracias hay menos crimen que en las autocracias, y en estas menos que en los intermedios.
https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2017/09/fp_20170905_democracy_crime_working_paper.pdf
Ya he tratado bastante ampliamente por qué el apoyo de Hoppe a la monarquía está infundado, pero para Hoppe la monarquía es solo una mejor alternativa a lo actual, no lo ideal. Su ideal es lo que él llama “la anarquía” y “el orden natural” pero eso lo trataré en un futuro hilo.